¡En el inframundo de la tribu de los Tobosos!

¡En el inframundo de la tribu de los Tobosos!
Néstor Jiménez / El Tiempo de Monclova

Eran diversos cráneos y partes óseas humanas, las que había en aquel lugar a 20 y 30 metros de la superficie.

¡Encontramos la Cueva de las Calaveras! Cuando apuntamos nuestras lámparas hacia uno de los extremos del suelo, nuestro asombro no tuvo límites, pues contra todos los pronósticos: ¡Había seis cráneos humanos! Rápidamente, recordé el derrotero de Fray Agustín de Morfi en 1778 sobre cuevas que contenían restos momificados en las faldas de la sierra del Carmen, al sur de San Vicente (A 70 kilómetros de donde estábamos).

Las calaveras estaban ya deterioradas por el paso del tiempo, otros totalmente blancos y pocos de un tono café. En esa caverna también encontramos fémures y otras piezas del esqueleto humano como coxis.

¡Aquello era un osario! Una tumba primitiva que denotaba que los naturales ya realizaban sus ritos mortuorios y escogieron aquel lejano lugar para que los miembros de su tribu “descansaran”.

En la inspección había fragmentos de petate (tapete o alfombra tejida de las fibras, en el norte, de lechuguillas o de Yucas) este se utilizaba para dormir y para envolver a los muertos una práctica que se realizaba desde tiempos prehispánicos, posiblemente también eran restos de alguna sandalia o huarache.

Algunos cráneos tenían golpes o quebraduras en el temporal, otros ya estaban fracturados de la cara. Posiblemente, si se escarbara en el sitio se hallarían más restos de aquellos naturales. No se encontraron vasijas ni algún utensilio ni armas arcaicas.

¡El segundo túnel al abismo! Pero eso no era todo, la aventura bajo tierra seguía, ya que existía una especie de túnel que bajaba en una inclinación de 45 grados aproximadamente y la verdad sea dicha: íbamos a bajar. Mientras, el doctor estaba en la superficie para cualquier contingencia que pudiera surgir.

Cerca de siete metros de profundidad, en declive, había cuatro cráneos en una especie de repisa natural de piedra. Estaban completamente blancos, algunos carecían de la mandíbula inferior, la quijada. No había dudas de que aquella gruta era una tumba.

Metros más abajo había otros cráneos y otras partes de esqueletos humanos, sin embargo, más para abajo se abría un gran agujero en el cual la luz de nuestras lámparas no llegaba a topar con el fondo.

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Todo aquel camino desembocaba en ese abismo negro y desconocido. Ya en ese sitio estábamos cerca de 30 metros bajo la superficie.

Las interrogantes eran muchas: ¿A dónde llevaba ese abismo negro? ¿En realidad pertenecían los restos a los primeros pobladores del neolítico? ¿Quizá pertenecían a los Tobosos? Era imposible tener todas las respuestas, sin embargo, a raíz de esta investigación, ya tocará al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) realizar un concienzudo análisis de estos restos.

Nosotros estábamos fascinados en el interior de aquel inframundo del cual queríamos obtener todas las respuestas. ¡Todo lo documenté, traté de dejar registro total de lo que observaba! Sabía que era una información sumamente valiosa, no solo para mi quehacer periodístico, sino para la historia general de Coahuila.

Ya serán los investigadores de esa institución nacional esclarecer muchas interrogantes acerca de este descubrimiento, vital para conocer los usos y costumbres de quienes poblaron esas regiones, quizá en los tiempos cuando aún el ecosistema era más benévolo en aquel candente desierto.

Así que, nos dispusimos a escalar por el tubo pétreo y bañados en sudor, logramos emerger dejando abajo ese maravilloso y enigmático lugar, que afortunadamente está muy lejos de los saqueadores sin escrúpulos que lo menos que les importa es el acervo cultural de nuestro estado y país.

El sol ya caía en el oeste formando un crepúsculo que solo el desierto es que capaz de ofrecer; destanteados de cómo se nos movían los puntos cardinales, dejamos atrás aquel hueco, aquella puerta que nos llevó a ese descubrimiento fabuloso.

Nos faltaba un largo camino que recorrer de regreso, pero valió la pena. La noche con su buen consejo nos envolvió y nos quedó ese orgullo de contribuir a la historia de nuestro amado estado. Lo que sí les puedo asegurar, y sin lugar a dudas, es que ahí, solo se atreven a llegar… ¡Los más aventureros! 

¡En el inframundo de la tribu de los Tobosos!
¡En el inframundo de la tribu de los Tobosos! 〉 🖼️

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