Ha vivido más de mil 450 días con long Covid, cada día abre los ojos para tener los síntomas de esta enfermedad, Erika Olaya cuenta su historia y cómo ha sobrevivido a esta enfermedad por tres años.
El tortuoso camino de Erika Olaya comenzó en 2020, la mujer pasó por varios factores de riesgo como tener que usar el metro para acudir a su trabajo, no lograr tener distancia con sus compañeros en la oficina, atravesar zonas rojas -con más casos de Covid-19- para ir a su empleo.
Además, tener que ir seis días más a la oficina luego de haberse decretado la cuarentena en Italia.
Lo inevitable ante los escenarios anteriores, ocurrió; Erika contrajo Covid-19. El protocolo en Italia era comunicarle los síntomas a su médico de cabecera, pero su doctor minimizó las molestias y le aseguró que eran ansiedad.
Tras esto, la colombiana fue trasladada en una silla de ruedas a un hospital. Erika contó para El Tiempo que tenía miedo de caer inconsciente o ser intubada, porque creía que no lo lograría si llegaba a dichas situaciones.
Estuvo internada 20 días y luego ingresada en un hotel donde vivían personas con Covid-19. Tras esto, la empresa para la que trabajaba, no renovó su contrato, quitándole la oportunidad de un empleo.
La mujer estuvo dos meses en el hotel para pacientes de Covid-19. Su estancia en el lugar terminó pero no sus síntomas, a tres años día a día se convierte en un reto.
Erika ha buscado médicos, opciones para terminar con el Covid prolongado, pero hasta ahora no lo ha logrado.
Oleya afirma que hay un tratamiento con células madre que elimina los síntomas pero no puede pagarlo debido a que no tiene empleo, tras ser despedida y con síntomas de la enfermedad, no ha logrado conseguir un nuevo trabajo.
Los problemas financieros son una constante ya que ha tenido que recurrir a amigos y familiares para subsistir. La mujer busca que le reconozcan incapacidad para trabajar y una indemnización por accidente de trabajo.
Pero como un círculo vicioso, no tiene dinero para costear abogados e iniciar el proceso legal.
Erika Oleya no sabe si recuperará su salud pero lo sigue intentando, a tres años de que su vida cambió por completo por la aparición de un nuevo virus que la humanidad no termina de comprender.
